“Haz servido bien al caos rey guerrero pero necesitas abandonar esos lazos que impiden nuestra voluntad, pronto te enfrentaras a una gran travesÃa para conseguir los objetos que portaras como señor de nuestras hordas,” -palabras que oÃa cada noche Fenrir, amo de los barbaros del norte. Nunca supo a que se referÃan esas palabras hasta que el vidente de la aldea tuvo una visión en la cual Tzeentch, amo de la transformación y las artes obscuras, le dijo que pronto su aldea caerÃa en una maldición eterna y solo los dignos podrÃan servir al caos absoluto.
Fenrir no lo creÃa pues como barbaros seguÃan fieles a los amos del caos y no concebÃa que sus dioses maldijeran su aldea pues ellos rendÃan tributo a las 4 deidades, pero como gran lÃder que era y preocupado por su aldea y a sus guerreros, le dijo al vidente que necesitaba saber más el por qué los dioses quieren la aldea maldita.
Una noche en la cual el vidente de la aldea realizaba unos sacrificios para poder invocar a su dios mientras los demás realizaban sus festividades profanas , una niebla verde espesa cubrió la plaza. Esta niebla era tan densa que no dejaba ver más allá de un palmo, asfixiando a los aldeanos tanto que los ojos se les hinchaban hasta reventar y dejar sus caras irreconocibles.
Fenrir despertó de su sueño debido a los gritos desgarradores que escucho de los aldeanos y miro por la ventana una horda de desangradores habÃa tomado gran parte de la aldea, maldijo a los dioses del caos, tomo su escudo y espada, aquella espada que habÃa jurado tomar las vidas de aquellos que interfirieran con las intenciones de Khorne.
Fenrir lleno de rabia, odio y desesperación salto de su lecho a la plaza para enfrentarse a esas demoniacas figuras que regocijaban al beber la sangre y arrancar los cráneos de sus vÃctimas.
-“Ustedes no son rival para un gran guerrero como”- yo dijo Fenrir con gran valor mientras degollaba a un desangrador y blandÃa su espada que brillaba cada vez que absorbÃa sangre de las vÃctimas, pues dicha espada consumÃa el alma y sangre demoniaca para que su portador fuera más hábil a la hora de enfrentar combates cuerpo a cuerpo, y le daba resistencia y filo a la hoja para que fuese más letal.
Esa noche fue agotadora pero Fenrir no dejarÃa que los demonios acabaran con la aldea, Fenrir se encontraba rodeado de cuerpos que ya no se distinguÃan entre humanos o demonios, de repente comenzó a temblar y del suelo un portal al infierno del cual un devorador de almas rapta con tanta rapidez a Fenrir y lo lleva al interior del mismo.
Cuando Fenrir recuperó los sentidos se hallaba frente a una montaña de cráneos tantos que serÃa una locura intentar llegar al trono que yacÃa en la cima. Fenrir supo que esa montaña y ese trono solo le podrÃan pertenecer a un dios y ese era Khorne. Manifiéstate!!!!!!!!!!!! Maldito seas tú y tus demonios que invadieron mi aldea y tomaron la vida de mis guerreros, Lleno de rabia y odio grito.
-“Fenrir, me has servido bien, pero para que logres mis cometidos tenÃa que despojarte de tu mayor distracción por eso ahora solo al caos obedecerás, pues tu alma me pertenece.”
Fenrir de pronto se hallaba cubierto de masas metálicas calientes como la misma lava que fluÃa por los rÃos infernales, dichas masas de metal se enfriaba con su propio cuerpo
Conforme los gritos de Fenrir cesaban se creó una armadura que reflejaba la misma lava y las almas de todos los aldeanos que murieron esa noche.
Fenrir no volvió a tener alma ni sentimientos pues ya era un señor del caos, cuya sed solo se saciaba de sangre y cráneos eran los trofeos de las batallas que liderarÃa para abrir paso a las hordas del caos para reclamar el mundo humano como regalo para los grandes dioses del caos.
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